Cuando desperté, la ciudad aparecía por la ventana como las manchas de un leopardo de cobre. Podía ver las autopistas principales como ríos de luz dorada, esparciéndose y difuminando su luz lejos de la capital. Conectando puntos lejanos, manchas de cobre como la tinta de todo lo que no pudimos escribir, llorando para afuera de la ciudad lo que no quisimos dejar atrás. Riendonos, estallando en miles de gotas eléctricas la celebración mas gloriosa de todo un año nuevo. Al lado mío, un hombre lee poemas de amor y suspira. Todos suspiramos. Otro té más. Otro café para él, y la chica de adelante pregunta cuánto falta. Falta poco, en media hora llegamos a casa. A casa. A casa.
30 ene 2011
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1 Comentarios:
Este blog me fascina, siempre.
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