8 abr 2007

el amor

pienso por qué me resulta tan deprimente mirar el tránsito hoy, y me digo que toda esa gente esconde motivos para estar ahí donde está, la multitud es una red de razones implícitas, secretas. durante un segundo me propongo encontrar un objetivo, pero me caigo de mi hipotálamo, doy con mi ansiedad, mi tristeza, mi nudo en la garganta. si recibo un llamado ahora, el segundo puede volverse más amable y sinuoso y dulce, como hecho de tu ropa o de torta de cumpleaños. apago mi teléfono, no quiero que la felicidad me desconcentre.
cuando entraba a su casa, noté que él no había vuelto en ningún momento (ni a cambiarse la ropa o a comer o mirar si las lechuzas seguían vivas). noté la llave puesta por mi mano, solo yo tengo ese estilo, dos vueltas en la cerradura de abajo y quince en la de arriba. su casa me dio asco, el colchón estaba en el living, lleno de vidrios, con olor a alcohol y cercado por alimentos. esa imagen me impactó como si todos sus objetos me golpearan uno a uno en la mandíbula, en los ojos, en el cuerpo. pensé en cada uno de sus regalos quietos en mi dormitorio, sentí un sabor amargo en la boca y, con un último impulso, caminé hasta su habitación.
ya sabía que no iba a encontrar nada allá, ni un solo recuerdo mío, él había guardado todo en una bolsa de basura y se la había llevado. estaba segura, estaba segura. hubiese preferido encontrarlo a él muerto en esa habitación, hubiese querido que se suicidara, leer su última y mejor carta ("querida guadalupe: no terminé yo con mi vida, fuiste vos. vos, la persona más horrible y perversa del universo. vos, te odio"). me causaba tristeza no ser la GRAN CAUSA. solo lo había obligado a escapar de su casa, para que no pudiera encontrarlo, y quién sabe, seguramente volvería en cualquier momento.
prendí fuego el colchón (él deseaba eso, él, y no yo, le había volcado todo ese alcohol encima). cerré con llave. sin razones, vuelvo a mi casa. vuelvo, y el tránsito me lastima los ojos, tantos motivos para moverse con rapidez de un lugar al otro, yo podría sentarme a esperar tu llamado toda la vida.

1 abr 2007

immer

no hay otra manera de decirlo: cuando mi motivo para vivir tiene nombre y duerme lejos de mi cama, los sueños son los que hablan. cuando en la garganta tengo tantas cosas verdaderas para decirle, yo no soy la que habla. cuando otra persona decide hacer mi vida demasiado buena, nadie puede hablar. sólo a él lo escucho. y si no quiere nada, soy sorda.

nunca guardes un poema anudándolo a tu garganta

sentados en una escalera
pronto nos echarían de todas partes
mientras tanto nos besábamos
los dos temblábamos
él de miedo
y yo de frío
o no.

lo que es seguro es que:
se desviste
desde afuera hacia adentro
todavía sentados en la escalera
primero se saca el buzo
y me obliga a ponérmelo
después se saca su remera
y me obliga a ponérmela

3º su pantalón
4º su ropa interior
5º sus zapatillas
por último sus medias

quedo vestida como él
pero al revés
yo soy él
al revés

él queda vestido como nadie
desnudo
después nos echarían de esa escalera
y de tantas otras